Viajando a la frontera sur

Como todas las cosas que no se planean y surgen espontáneamente, el viaje a la frontera sur de Chiapas, fue una experiencia memorable y especial.

La primera parada obligada para iniciar este viaje, fue San Cristobal de las Casas. Un lugar cómodo, fresco, pueblerino y representativo de la diversidad étnica de los «Altos de Chiapas». El corazón del movimiento zapatista del cual hablaré en otra ocasión, porque para hablar de San Cristobal es necesario un capítulo aparte.

Como en otras ocasiones ya había pasado tiempo en San Cristobal, decidí tomar un tour hacia las laguna de Montebello. Un tour de un sólo día, para aprovechar mi fin de semana al máximo y conocer en un solo viaje las grutas de Rancho Nuevo, Amatenango, las cascadas de El Chiflón y el destino final, las lagunas de Montebello.

Viajes como éstos, de un sólo día por valles y montañas, me dan la oportunidad de afinar y usar los cinco sentidos al máximo. El viento frío de la montaña que se percibe y recorre toda la piel, el tibio sol que apenas calienta las manos, el azul del cielo que no se alcanza a cubrir con la mirada o el sonido del viento que se abre paso entre los pinos de oyamel; son experiencias que te alejan del mundo gris y citadino que vivimos a diario.

La cascada principal en El ChiflónY si de usar los sentidos se trata, El Chiflón es un lugar donde éstos no alcanzan para dimensionar la belleza del paraje. Es un sistema de cascadas, al parecer siete, que pueden ser recorridas desde la base de una montaña y cuesta arriba siguiendo la estela del río principal mediante unas escalinatas y miradores diseñados por la propia comunidad de pobladores que lo administran, cuidan y conservan. El río, las caídas de agua, los árboles, las pozas de agua formados por las caídas de agua de 10, 20, 30 y hasta 50 metros de altura, forman un postal incomparable.

El día que lo visité tuve suerte, pues había gran fiesta por la celebración de los 11 años de vida de la cooperativa comunitaria que administra el lugar. Un ejemplo de que los recursos naturales de nuestro país tienen que estar en manos de la propia comunidad, de su gente, la cual es capaz de trabajar de forma eficiente en beneficio de todos y para todos.

El lugar me recordó mucho a Xilitla en la huasteca potosina, del que por cierto aún no he hablado aquí pero pronto lo haré.

El otro sitio que más recuerdo de este viaje es sin duda las Lagunas de Montebello. Se trata de un parque nacional (me dio gusto saber que es una zona «protegida» bajo este estatuto), con más de medio centenar de lagunas que se encuentran en los límites entre México y Guatemala.

La experiencia de llegar a la primera de las seis lagunas que visitamos de este parque nacional, fue muy emotiva. Conocer sitios como éste evidencian cuan  imposible es apreciar la vida y sentir la diversidad de recursos que sustenta la vida en este planeta azul, sentado solamente en la silla de una oficina. Es necesario salir, viajar y venir a un lugar como las Lagunas de Montebello, para darse cuenta de que todo tiene una conexión con todo; el cielo, el agua, las montañas, los árboles, el viento, las aves, los peces, la hierba, el sol; uno mismo.

El sistema de lagunas esta conectado por carreteras que es necesario recorrer para situarse en una u otra. Cada laguna es diferente en  cuanto a la corriente de sus aguas, el color, la distribución de la orografía, inclusive la forma o el ángulo en que los rayos del sol la iluminan.

A estas alturas del recorrido, después de casi cinco horas de camino, aún no habíamos probado alimento mis compañeros del tour y yo. Pero la espera valió la pena; porque como suele ocurrir cuando el hambre apremia, la comida por sencilla o habitual que parezca sabe mucho mejor.

El manjar chiapaneco consistió en carne asada, frijoles de la olla, queso fresco, chicharrón, café, chocolate y tortillas. En esta región, la carne de puerco, los quesos y el café son los distintivos de la cocina tradicional. En cada una de las lagunas, existen pequeñas cocinas en donde es posible probar estos platillos, que siempre tienen un sabor característico, quizás por la leña, quizás por el clima frío, quizás por el barro de las ollas.

La de ésta región es una cocina fuertemente influenciada por la cocina española y que en voz de los pobladores tiene su mejores representantes en los restaurantes de la comunidad de Teopizca. Sin embargo por cuestiones de tiempo no pude visitar Teopizca, lugar que quedará pendiente para una próximo recorrido y probar los platillos que quedan como una «deliciosa» invitación para visitar nuevamente los «Altos de Chiapas».

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