La tierra del Faisán y del Venado

Viajar a tierras Yucatecas, es reencontrarse con una parte fundamental de la cultura de nuestro país. El reencuentro me permitió revivir sentimientos, emociones y estados de ánimo que solo es posible experimentar en estas legendarias tierras. Y es que visitar Yucatán es entrar en una atmósfera donde la comida, la gente y la geografía nos invita a sentirnos relajados, contentos y vivos.

Lo primero que salta a la vista es el «hipil» yucateco; la siempre blanca y elegante vestimenta de la mujeres de la región. Rasgo fundamental de su identidad, el «hipil» siempre luce impecablemente blanco, no importa si quien lo porta es una niña o una anciana, si es una persona citadina o una humilde «mestiza» del campo.

Los bordados y  pliegues de esta vestimenta suelen ser acompañados por tocados multicolores en días de fiesta.

Es famosa la amabilidad de la gente yucateca, lo cual se refleja en su ritmo de vida, en su andar pausado y en su pintoresca y armónica forma de hablar; «vaya bien», «¡ma’ ta juerte la calor!», «aquella vez que fui allá» y muchas otras frases que inundan los oídos de quienes no estamos acostumbrados éste peculiar modo de hablar. Y qué decir de las «bombas yucatecas», pequeños versos llenos de picardía y alegría que se intercalan entre baile y baile en las fiestas tradicionales de la región.

Aquí, caminar se vuelve un privilegio, porque es la única manera de disfrutar el ambiente, la decoración, la vista y las formas peculiares que inundan las ciudades como Mérida, Celestún, Izamal, Tizimin, entre muchas otras. Lo primero que salta a la vista son las humilde pero sabiamente construidas chozas de techo de «guano». Es un tipo de palma que sirve de techo a las viviendas de la mayoría de la gente de en Yucatán, donde el rasgo común es el tener dos puertas paralelas en casa, una para entrar al centro de la casa y otra para salir hacia el patio trasero. Blancas todas éstas, al igual que la vestimenta de sus habitantes, el reflejo de las casas da un tono particular a las calles y una sensación de energía para quien recorre los poblados yucatecos.

Los parques se ubican casi en cada rincón de este mágico lugar. Se trata de amplias explanadas con bancas, árboles, farolas y la inconfundible iglesia o capilla construida con un estilo único, sin tantos relieves o decorados como otras tantas iglesias católicas, pero con la cantera blanca o el estuco como ingrediente principal de la construcción.

Si sólo fuera por su gente, tradiciones y arquitectura, bastaría para que Yucatán fuera un lugar visitado y querido por todos. No obstante, la naturaleza dotó al estado de un medio lleno de diversidad biológica tanto vegetal como animal que recuerda porqué ésta es la «tierra del faisán y del venado».

Aves de muchos colores, iguanas (llamados aquí «iguanos»), peces, flamingos rosas, pelícanos, armadillos y el tradicional «maquech» son algunos de los muchos animales que se descubren en recorridos breves por la selva, ríos y playas de Yucatán.

El encontrar tanta diversidad de especies en este territorio, provoca pensar en cuantas cosas hemos perdido a costa del progreso humano. Esto es un recordatorio de que es necesario cuidar lo poco que aún queda de naturaleza en lugares como éste y tratar en lo posible de no seguir olvidándonos de lo importante que es estar en armonía con la diversidad de este planeta.

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